lunes, 14 de febrero de 2011

LA SALIDA FINAL

Estaba parada y detrás mío caía un telón enorme, pesado e imponente. Mire alrededor y no había nadie, solo una pequeña luz que venia desde lo alto, apenas un hilo de luz tan delgado como una fibra de tela de araña pero tan fuerte que pasar la mano por el la dividía en dos. Mire hacia arriba y todo era tan oscuro y lejano que no pude divisar su origen.
A tientas busque algo para elevarme y poder alcanzarla mas arriba, tropecé con una silla e inmediatamente me subí, mis brazos dolían de tanto estirarme pero solo rozaba el aire y el techo era inmenso. Salte, grite, caí, arroje la silla, explote de ansiedad y curiosidad.
Finalmente exhausta me senté y desde el suelo puse mi cabeza debajo de ese haz de luz entonces comencé a sentir un calor fraterno y maternal que me acariciaba la cabeza, levante los ojos y la pequeña luz ya podía cubrirme parte de mi cara, comencé a llorar y mis lagrimas se secaban antes de seguir rodando, estaba mi cuerpo iluminado, comencé lentamente a incorporarme con una suavidad que solo dan los sueños placenteros y que quiero que nunca terminen. De pie pude mirarme toda claramente, mi cabello brillaba, mis manos resplandecían y juegaban con las sombras restantes del lugar, mis piernas parecían mas fuertes y delgadas através de los haces que la atravesaban. Gire y gire sobre mis pies, estaba descalza.
Por un momento cierro mis ojos y flashes de palabras amorosas dichas en un tiempo pasan como un atardecer acelerado, mis oídos parecen sordos por haberlas escuchado alguna vez, aturdida y maravillada solo las veo en mi cabeza y las siento en mi corazón. Me estremezco y me vuelvo a estremecer, mi corazón parece no resistir. Ya no podía mirar hacia abajo aunque quisiera algo me impulsaba a elevar la mirada pero no podía abrir mis ojos aun, tuve que ver tus ojos mirándome por ultima vez, brillantes, azules, poderosos y que alguna vez algo quisieron decirme, entonces sonreí tristemente. Supe que te tenía que dejar ir.
Un estruendo, un crujido, una quebradura extrema que venia desde arriba me despierta de aquel ensueño y mis ojos acelerados y con dolor no saben hacia donde ir.
Ya no había techo, todo era claridad, el telón no existía y en mis pies un suave cosquilleo me da la oportunidad de volver a sentir, estoy parada sobre una verde pradera, llena de árboles y pequeños lagos brillantes por el resplandor del sol. Todo era inmenso y aunque nadie había todo estaba lleno de vida.
Doy mis primeros pasos y tropiezo con algo, una mochila en medio de la nada, con esperanza y curiosidad la abro sin pensar en nada, en ella restos de cartas, fotos nuestras, me reconozco, te reconozco, colores, un pequeño frasquito con un rotulo que decía “lagrimas” y con el varios mas que contenían, “risas”, “nervios”, “deseo”, “bronca”, “paz”, “desilusión”, “confusión”, "amor". Todos iguales o parecidos, excepto uno que era el mas transparente y mas grande de todos, trato de leer lo que dice pero no entiendo ninguna letra. Con temor me atrevo a abrirlo y como un caracol de la playa pongo mi oído cerca, un susurro me suspira la palabra “silencio”. Absorta comprendí, llore, sonreí y volví a recordar.
Decidí poner todo de nuevo en su lugar, llene la mochila nuevamente y la colgué en mi hombro. Algo de todo eso infecto mi corazón de una energía que me impulsaba.
Levanto la mirada y un caballo blanco tomaba agua de un pequeño sendero, lo mire y me miro, como si lo hubiese montado toda la vida, como si yo conociera su nombre y como si fuera mío. Lo ame, lo acaricie y me subí rápidamente, galopamos con prisa y sin pausa, sentí el viento en mi cuello y la sensación de ver todo con nuevos ojos. Nunca me preocupo saber donde estaba yendo porque tenia la certeza de que llegado el momento el sabria cual era el lugar.
Todo se despliega nuevo frente a mis ojos, los colores del otoño en todo su esplendor, se acerca un campo brillante de trigo, las varas mecidas por el viento hacen un mar amarillo y las espigas en conjunto hacen olas que quieren romper en el paisaje.
Lentamente bajamos la velocidad y con un relincho freno en aquel lugar.
Con aquella mochila que ya no parecía tan cargada me baje del corcel y me adentre en el campo dorado hasta que me detuve, la señal que me esperaba, un viejo espejo con marco de plata resplandecía con el día. Saque todo lo que había en la mochila y con mis manos hice huequitos en la tierra y acobije todo lo que ya no me pertenece.
Finalmente tomo el espejo entre mis manos lo miro y veo mi reflejo y solo puedo sonreír aunque sienta nostalgia. Esa luz que recibiste, esos ojos que miraste, esa boca que no besaste, esos oídos que te escucharon, esas palabras que te deslumbraron siempre fue mi reflejo, mi luz.
Volví a cabalgar y detrás mío se perdió el horizonte y en aquel lugar recóndito y nuestro, los recuerdos que te esperan si se te da por visitarlos alguna vez.



http://www.youtube.com/watch?v=sRl8OX-_p2Q

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